Semblanza expresada por Isabel
Saad de Tagle durante el Lanzamiento del Libro
"Raíces & Memorias" el martes 13 de diciembre de 2016 en el
Hotel Oro Verde de Guayaquil
Amigas
y amigos... ¡buenas noches!
¡Comenzaré por decirles que estoy sorprendida de mi
hermana Elvira!
Siempre supe que tenía cuatro hijos -mis sobrinos- aquí
presentes, y ahora... de improviso, nos sorprende con un nuevo parto... ¡A
tu edad, Elvirita!
Y lo más grave es que nos amenaza con tres más, en el
futuro.
¡Cosas de los tiempos que corren! Tiempos estos,
en los que ya nada nos sorprende, en los que tenemos que aprender a soportar
absurdos y a convivir con lo bueno y lo malo. Tiempos en los que, en gran
medida, se han perdido el respeto, el decoro y sobre todo - la capacidad de
escuchar al diferente, de valorar sus opiniones. Antes, cuando las personas
se jubilaban, se sentaban plácidamente a esperar el fin de sus vidas
rumiando su malgenio, su amargura y numerando los dos mil achaques que les
aquejaban y denostando de los tiempos actuales porque, todo tiempo pasado
fue mejor. Las reuniones sociales se convertían en competencia de
conocimientos de farmacopea, de modo que los presentes querían ganar el
concurso de ¿quién tomaba más pastillas, y para qué?
"Está jubilado el abuelo" -, se decía, como
haciendo referencia a un mal endémico e inevitable. Pero eso no podía
suceder con Elvira: trabajadora incansable, mujer de empuje, conectada
siempre con proyectos interesantes, que dedicó y dedica su vida al estudio
y la investigación. Y así, un día decidió escarbar en los recodos de la
historia para reconstruir los orígenes de su familia que van vinculados,
como no, con los de la Patria, porque hablar del pasado propio es hacerlo un
poco sobre la historia del terruño.
En silencio, robando horas al sueño, revisando viejos
álbumes, conversando con este y el otro, ayudada por archivos y armada con
una fuerza de voluntad fuera de serie, se planteó el proyecto de contar la
historia de cuatro familias vinculadas a la suya propia: Los
Muñoz; los Iturralde/Yturralde; los
Tagle;
los Llaguno.
Y comenzó por los primeros. En el camino se encontró con que la historia de
la Patria era también la de ésta familia desde su llegada de España, en el
lejano siglo diecisiete hasta el presente. La familia Muñoz
ocupó y ocupa destacado lugar en la vida pública del país. Y tropezó con
militares, políticos, científicos, prelados de la iglesia, mujeres hermosas
y profesionales; así como con acontecimientos dignos de ser narrados.
Acontecimientos de los que no voy a hablar porque les quitaría el interés
por conocer el texto. Me baste con decir, que están descritos en orden
cronológico, y que con rigor se refieren a toda aquella información que le
fue posible obtener, y a la que generosamente le proporcionaron los
informantes.
Me consta que tocó todas las puertas, que no olvidó
persona alguna, que inquirió, insistió... aunque, lamentablemente en
ocasiones, no obtuvo respuesta. Por esto, si alguna ausencia llegan a
percibir, si algún dato suponen que falta, puedo asegurarles que en modo
alguno es culpa de la autora.
Elvira más de una vez nos contó el desgaste que ello le
significaba. Pero, lo contaba con la serenidad que la caracteriza.
Fotos en sepia en las que se respira la nostalgia de un
pasado señorial donde las visitas se anunciaban por tarjetas, las mistelas
eran ofrecidas en copas de bacará y el piano era parte de la tertulia. Otros
tiempos que nos convocan a la nostalgia de un pasado que fue, que tenía otro
ritmo, tiempos en que la charla era sosegada y casi en susurro, y los niños
escuchaban las opiniones de los adultos. De esos tiempos, Elvira recoge
anécdotas enriquecedoras de matrimonios, nacimientos y defunciones, de
presidentes y prelados, de cambios de ciudades y formación de nuevos núcleos
familiares. Las páginas del libro nos trasladan, en gran medida, a ese
espacio. Luego apreciamos otras imágenes - en color, brillantes - en las que
reconocemos rostros, que nos son familiares. Aquellas con las que al
mirarlas, muchos de ustedes dirán: "mira el matrimonio de fulanita”,
o "ese fue el grado de zutanito". Con seguridad les proporcionarán
la alegría de saber que sus seres más queridos han sido perennizados en
estas páginas.
Reseñas de amores, matrimonios, nacimientos, que en el
libro hablan de la vida de quienes fueron, de quienes marcaron rumbo, de
quienes partieron - pero permanecen. Es un libro extenso, pero no
aburrido. Y es extenso porque, a medida que se adentraba en la
investigación, Elvira se enamoraba más del tema y aparecían nuevos datos.
Cuántas noches dedicada frente al computador ella
dialogaba con las personalidades que llegaban a reclamar su lugar. No
fue fácil el trabajo. Tuvo que pelear con la tecnología que, para los
adolescentes de la tercera edad como nosotros, suele jugarnos malas pasadas.
Y se bloqueaban los programas, y se descuadraba la página, y se borraba la
información. Y no faltó una que otra expresión dirigida al pobre programa
que al final no tiene la culpa de nuestra falta de experticia digital.
Otros tal vez hubieran desistido, pero no ella.
Una, y otra, y otra vez emprendía la tarea y el texto
cobraba vida. Y cuando parecía que ya... en una nueva revisión, saltaba una
falla. Y vuelta a empezar. Porque el parto de un libro es como el
parto de un hijo. Es dar vida a las palabras, y eso es lo que Elvira hizo de
modo meticuloso y con mucho amor. Con el mismo amor y dedicación que pone en
todos los actos de su vida.
La historia de la familia Muñoz, que hoy pone
a nuestra consideración va a deleitarles porque no es un simple trabajo de
genealogía. Se prolonga más allá de eso. La genealogía se limita a la
numeración de ramas familiares; el libro de Elvira enlaza unas familias con
otras en un ejercicio precioso que construye una armonía humana. La
genealogía se limita a numerar; Elvira nos cuenta los avatares, logros y
decepciones de cada persona, y nos introduce en los principales
acontecimientos de cada vida.
Cuando conocí el borrador, me admiró el comprobar hasta
qué punto el ser humano es capaz de trascender, de marcar su paso por la
vida. De constatar que no hay unas personas más importantes que otras, que
hasta el más pequeño de los seres que nos rodean posee una historia
personal. Entonces -aunque resulte un tópico el decirlo- no vivimos en vano.
Y debemos agradecerle a Elvira que contribuya con este valioso trabajo en
nuestra reflexión. Y deberíamos seguir su ejemplo entendiendo que cada uno
de nosotros tiene algo por decir, y que tiene la obligación de hacerlo. Por
todo esto, quiero felicitar el esfuerzo de Elvira y agradecerle por el
ejemplo que nos da sobre nunca desistir de trabajar, investigar, producir.
Estamos seguros que los tres hijos que faltan serán tan
hermosos como el presente. Los invitamos a disfrutar de estas páginas y
gracias Elvira por compartir con nosotros este valioso trabajo.
Isabel Saad Herrería
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